Descripción
Comenzaba febrero. De aquella noche, me acuerdo al detalle. Hacía calor y el cielo estaba muy claro gracias a la luna llena. Se escuchaba a los grillos cantar y algún perro ladraba a lo lejos… mi corazón dio un salto y contuve la respiración. Proyectada sobre el piso se veía la sombra de una persona que parecía espiar el interior de la casa. Me fui para casa llevándome conmigo esa inmensa paz porque en ningún momento me cuestioné si eso era cierto o no. Era totalmente cierto y la reafirmación, de la reafirmación, de que ese espacio del que hablamos existe y no hay ninguna duda. Y ahí está, ahí están. Para mí, la gente que muere no desaparece del todo. No sé dónde están, pero están. Creo que hay un montón de cosas pasando a nuestro alrededor constantemente de las que no somos conscientes y no las vemos ni las entendemos. Todos en algún momento hemos intuido, sentido, visto cosas que hasta al más escéptico le costaría aceptar como casualidad. Entonces, ¿puede haber algo más? ¿Alguien que no vemos pero nos ve, nos acompaña y cuida desde otro plano? Graciela Umpiérrez Oroño recoge con respeto y dedicación, testimonios de personas que a partir de sus experiencias, creen que no estamos solos y se dejan acompañar. Con las manos y el corazón tendidos. Como ella lo hace.
