Descripción
Si bien estas perspectivas suelen asociarse con producciones más tendientes a la autoficción o “literaturas del yo”, en el caso de Almas rasgadas, de Carolina Cataldo, se percibe un mayor grado de ficcionalización, adscribiéndose a la más pura tradición del cuento corto, en algún caso microrrelato, con peripecias y desenlaces tan claramente identificables como los que promulgaban Poe o Quiroga. La presencia de la muerte como manifestación de lo fatal aparece en no pocos cuentos, aportando una cuota de universalidad a una experiencia particularizada hacia lo femenino, y no es casualidad que la autora haya considerado necesario explicitar su feminismo en la contratapa.
Con la única excepción de “Las tardes con Julia”, todos los cuentos (y el poema) se titulan únicamente con un nombre de mujer (generalmente el de la protagonista) cuya letra inicial es la A: “Azucena”, “Alicia”, “Anna”, “Amy”, “Alfonsina”… Esta decisión ya abre un cierto abanico interpretativo. Quizá haya una conexión, más o menos tensa, más o menos armónica, entre la individualidad y una identidad colectiva, nombres distintos con una característica común. O quizá se nos esté diciendo que los nombres no importan, que se podrían elegir sobre la base de un criterio tan arbitrario como una consigna del juego que llamamos tutti-frutti. En todo caso, este criterio denota un cuidado conceptual hacia el conjunto, que se aprecia también en la elaboración misma de los textos que lo componen.
Escribe Mariana Figueroa Dacasto LA DIARIA